You can read this post in English here.
Decidí dar inicio a mi sabático el pasado octubre con un viaje de dos semanas a mi Perú natal, ya que llevaba casi nueve años de no haber estado por un periodo mayor a unos cuantos días. Además de visitar a parientes y amigos en Lima, quise también hacer un poco de turismo. En vez de volver a los lugares que había visitado en mis últimas estancias, la mayoría en el sur, quise ir al norte del país en este viaje.
Esto iba perfectamente con la invitación de mi amiga Eliana para que le visitara en Máncora, adonde ella se mudó hace un par de años después de residir por más de una década en Buenos Aires. Habían pasado cuatro años de verle por última vez y además yo nunca había estado en esta región, así que no pensé mucho antes de comprar un pasaje de Lima a Talara, la manera más rápida de llegar a este soleado destino en la costa norte del Perú.
Al llegar a Talara cogí un mototaxi a la terminal de autobuses EPPOS, a menos de 5 minutos, para de allí coger el autobús que me llevaría a Máncora en hora y media (convenientemente, los autobuses parten cada media hora). Después de coger otro mototaxi llegué al Hostel The Point, donde me alojé durante esta corta visita a esta playa, parada casi obligatoria para los mochileros que viajan a través de Sudamérica.
Esta fue la primera vez que me alojé en un hostel en 15 años. The Point tenía todo lo que yo necesitaba: una ubicación fantástica (a unos cuantos metros de la playa), personal muy servicial, espacios limpios y bien mantenidos (entre ellos, una piscina, un bar y un restaurante), una cama cómoda con mosquitero (indispensable), agua caliente...¡y hamacas! No contaba con un baño privado, pero eso no fue ningún problema. El hostel no estaba lleno, ya que era temporada baja.
Lamentablemente, no pude aprovechar al máximo el estar cerca al mar por unos días porque me dio una crisis severa de rosácea y, por lo tanto, debía evitar el sol durante las horas de mayor intensidad. Como no podía disfrutar de la playa y del sol, no me hice problema y opté por utilizar mi tiempo de la mejor manera posible: simplemente relajada y descansando en una hamaca, sintiendo la brisa del mar...algo que necesitaba de cualquier modo. Eso sí, no perdí la oportunidad de disfrutar el famoso atardecer de Máncora, el par de puestas del sol que vi fueron en definitiva de los más bellos que he visto en mi vida.
Una mañana me escapé muy temprano para hacer una excursión de observación de ballenas. Pudimos ver muy de cerca una ballena nadando al lado de su bebé (aunque no hubo saltos fuera del agua), cientos de delfines y lobos marinos, así como tortugas marinas, entre otras especies. Pacífico Adventures es la empresa que ofrece esta increíble excursión, que parte del pueblo pesquero Los Órganos cada día (en temporada). Su personal es muy preparado, profesional y, sobre todo, apasionado por la vida salvaje y la naturaleza. Recomiendo visitar su portal para obtener más información sobre las excursiones que ofrecen.
En cuanto a la comida, creo que lo más destacado de esta visita fue probar unos magníficos tostones rellenos de mariscos en la Cevichería Osmary, un modesto restaurante con excelentes platos de mariscos, entre ellos el más representativo del Perú, el ceviche. Un atardecer también disfruté de un maravilloso batido de lúcuma en el restaurante frente a la playa Papa Mo's. Ese batido me transportó a mis veranos en Lima cuando el helado de lúcuma D'Onofrio era obligatorio. ¿No sabes qué es la lúcuma? ¡Entonces debes visitar Perú y probar uno de los muchos deliciosos postres o bebidas hechos con esta fruta que solo se encuentra en Sudamérica!