COORDINADORES

Aquellos que han elegido la hospitalidad  como carrera saben que conlleva muchos sacrificios, aunque es muy gratificante en muchos aspectos, especialmente a nivel personal. Yo aterricé en esta maravillosa industria por accidente hace casi 12 años y no puedo estar más agradecida por haber tenido esa oportunidad. Definitivamente no gano muchísimo dinero (esta industria está subvalorada si se compara con otras) pero creo que mi carrera ha sido plena de experiencias increíbles, que no tienen precio.

La semana pasada, mientras estaba en la República Dominicana con agentes de viaje especializados en bodas, me asaltaron algunos recuerdos de cuando trabajé como coordinadora de bodas en Iberostar Tucán & Iberostar Quetzal en Playa del Carmen, México. Realmente disfruté mucho esos 3 años y medio y siento que me enseñaron mucho sobre la industria, desde adentro, especialmente porque requirió que me involucrara con todos los departamentos del hotel para garantizar el día de boda perfecto para las parejas contrayentes.

Tengo muchas historias de bodas pero la experiencia que hizo que me conectara con las personas a un nivel más profundo en ese entonces no tuvo nada que ver con bodas o parejas de novios. Más bien, tuvo que ver con catástrofes naturales. En el 2005 enfrentamos dos grandes huracanes en el área, en cuestión de meses. Emily nos visitó en julio y Wilma pasó en octubre. En ambos casos, fui parte del equipo que se quedó con los huéspedes en unos de los refugios que acondicionamos dentro del hotel.

Después nos daríamos cuenta de que Emily fue una especie de entrenamiento para nosotros ya que Wilma resultó ser uno de los huracanes más largos en la historia de esta área (prácticamente se estacionó sobre Puerto Morelos por varios días). Para que se hagan una idea de lo que tuvimos que soportar, les comento que entramos al refugio un jueves por la noche y aunque algunos huéspedes pudieron volver a sus habitaciones el sábado por la noche, la tormenta por fin acabó el domingo por la mañana.

Mientras esta experiencia duró, un equipo de unos ocho empleados de diferentes departamentos del hotel (servicio al cliente, animación, ama de llaves, mantenimiento, etc.), incluyéndome, y aproximadamente 150 huéspedes permanecimos en la discoteca del hotel sin electricidad (por ende, no aire acondicionado tampoco) y dormimos en colchonetas extendidos en el suelo.

Como pueden imaginarse, esas más de 48 horas fueron una eternidad. Para matar el tiempo hicimos todo tipo de actividades con los huéspedes, jugamos, cantamos, conversamos, etc. Nuestra interacción fue definitivamente muy personal e intercambiamos historias sobre de dónde éramos, en qué trabajábamos, qué nos gustaba, etc.

Esta, no obstante, fue una experiencia muy desgastante para los empleados porque éramos responsables de la seguridad de los huéspedes. No puedo dejar de mencionar el hecho de que en medio de la tormenta nuestro personal de A&B aún trabajó y se aseguró de alimentarnos varias veces al día y, con certeza, los huéspedes estuvieron muy agradecidos por su valentía, ya que incluso pusieron en riesgo su propia seguridad.

Recuerdo haberme sentido muy orgullosa de nuestro personal cuando todo pasó pero también recuerdo haberme sentido exhausta, tanto emocionalmente como físicamente. El domingo por la mañana, después de asegurarnos de que todos los huéspedes pudieran regresar a sus habitaciones de manera segura, nos relevaron de nuestra funciones pero yo no quería regresar a casa y estar sola. Con suerte, uno de mis colegas me invitó a que fuera a su casa, que quedaba muy cerca, donde pude darme una ducha y ponerme ropa limpia. Después de una comida caliente que su esposa preparó, hice una merecida siesta (casi no había dormido en los últimos tres días).

Cuando me desperté un par de horas más tarde, decidí volver al hotel y cuando caminaba en esa dirección, de pronto escuché que me llamaban por mi nombre. Me di la vuelta y me encontré con unos huéspedes holandeses que habían estado en el refugio conmigo. Estaban contentos y se alegraron de verme y también porque ya todo había pasado. Uno de ellos me preguntó: "entonces, cuando no hay huracanes, ¿qué es lo que haces en el hotel?". Le respondí, "yo coordino bodas. Soy la coordinadora de bodas (wedding coordinator, en inglés) del hotel. ¿Recuerdan que les dije eso en algún momento?". Ellos empezaron a reírse y uno de ellos me explicó, "habíamos malentendido, ¡pensamos que nos habías dicho que eras la coordinadora del tiempo (weather coordinator, en inglés)!"

Me pareció muy gracioso en ese momento pero ahora cuando miro hacia atrás, pienso que los que trabajamos en la industria hotelera (especialmente en el Caribe) bien podríamos ser vistos como coordinadores del tiempo: casi siempre tenemos días soleados pero en algunos casos podemos necesitar lidiar con algunas lluvias y tormentas, tanto en el sentido literal como en el figurado.

El rol de la gente que trabaja en hospitalidad es hacer las coordinaciones necesarias para que los clientes siempre tengan la mejor experiencia, y con una sonrisa, al margen de cuáles sean las circunstancias...esto es algo en lo que te invito a pensar en tus próximas vacaciones. ;)